El amor y la flor

Dicen que si te gusta una flor, la arrancas. La tomas entre tus manos y la llevas con vos. La colocas en los lugares donde más se luzca, donde todos puedan verla.

La admiras. La presumis. La disfrutas mientras está viva, mientras sus pétalos siguen abiertos, mientras su aroma sigue intacto.

Y cuando empieza a marchitarse, cuando pierde su color y su fragancia se desvanece, la dejas ir.

Ya no tiene el mismo brillo, ya no es lo que era. No pensas demasiado en eso. Fue hermosa mientras duró. Pero ya no es lo que era. Y entonces, simplemente, la olvidas.

Pero cuando amas una flor, no la arrancas. La dejas en su raíz, en su tierra. Le das agua sin ahogarla, le das sol sin quemarla. La proteges cuando el viento arrecia, cuando el frío amenaza con quebrarla.

No la forzas a florecer antes de tiempo. No la tenes solo para mostrarla, ni para que embellezca un espacio por un momento. La cuidas porque la queres ver viva. Porque su existencia, en sí misma, tiene valor, porque verla crecer es suficiente.

Hay flores que crecen a la intemperie, que han aprendido a sobrevivir solas. Rosales que florecen en medio del abandono, en tierras secas, bajo soles implacables. No dependen de nadie. No esperan cuidados. Son fuertes porque no les quedó otra opción.

Aprendieron a resistir, a hundir sus raíces en la tierra más dura, a sostenerse sin que nadie los mire. Y aun así, florecen. Para los ojos de unos pocos que aprecian la belleza de la cruda naturaleza.

Pero si tomas una flor y la llevas a tu jardín, si decidis hacerla parte de tu hogar, entonces ya no podes tratarla como si estuviera a la intemperie.

No basta con quererla cuando luce perfecta. No basta con disfrutarla cuando es fácil. La cuidas porque queres verla crecer, porque entendes que no basta con tenerla cerca, hay que darle lo que necesita para que florezca a su manera, en su tiempo.

Y con las personas pasa lo mismo. Podes aprender a estar solo, a florecer sin depender de nadie. Pero cuando alguien elige tenerte en su vida, cuando decide que quiere compartir su mundo con vos, lo hace con la intención de cuidarte, de protegerte sin encerrarte, de verte crecer, sin cortar tus raíces. No porque deba hacerlo, sino porque le nace. Porque entender el valor de algo es saber cómo sostenerlo sin lastimarlo.

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Sentí la vida